“Ante un
espejo, te ves; ante un amigo, te conoces”
Cuando realmente se conoce a las
personas es por su actitud ante los conflictos, sean pequeños o grandes, no
estando de fiesta.
Hay personas a las que les duele más
rayar una yanta de su coche que dañar la amistad que alguien les ha dado.
Hay personas que ni se molestan en
pedir perdón cuando ofenden o cuando faltan a la confianza que alguien ha depositado en ellas.
Hay personas que te alejan dándote
un taconazo para ni siquiera tener que mirarte cuando ya no les interesas, no
se dignan ni a darte una patada de frente.
Hay personas a las que les importa
más lo que parece que lo que es.
Hay personas que sólo recuerdan lo
que otras han hecho por ellas cuando éstas ya no están, porque las echan de
menos únicamente cuando las necesitan y no las tienen.
Hay personas para las que los amigos
son una colección de cromos en una red social.
Pero también hay personas que, aunque para
la mayoría pasan desapercibidas, son excepcionales.
Personas que saben apreciar los
detalles aunque no les lleguen anunciados a bombo y platillo.
Personas que no sólo se
acuerdan de nosotros cuando nos tienen delante y a las que sientes cerca aunque
estén físicamente lejos.
Personas a quienes no necesitamos
pedir ayuda porque ya te la han dado antes de que tú mismo sepas que la
necesitas.
Conozco la amistad en el sentido
profundo de esa palabra.
No sólo la tengo en la cumbre más alta, también la encuentro en el abismo más profundo.
Hay personas a las que les duele más rayar una yanta de su coche que dañar la amistad que alguien les ha dado.
Conozco la amistad en el sentido profundo de esa palabra.
No sólo la tengo en la cumbre más alta, también la encuentro en el abismo más profundo.
Gracias por quedaros.